Allá por 1918, Antonio do Nicho hacía lo mismo que muchos gallegos, emigraba. Antonio era el tatarabuelo de mi hijo por parte de mi mujer. Su destino fue la capital de Cuba. Allí en la Habana estuvo tres años haciendo algo de dinero para volver a su San Fiz (Chantada) natal. "A Mingona", una viña familiar que daba vino para el consumo propio y para vender algo a gente de la montaña o a los vecinos; convirtiéndose esta compra en algo importante en la economía de la casa y una de las tierras más apreciadas de la familia. Después, como ocurre con casi todo, fue pasando de generación en generación hasta llegar a las manos de su nieto, que la modernizó y plantó mencía, pero también dejó la garnacha y otras variedades viejas que ya había en la viña. El nieto en cuestión es el padre de mi mujer, que un día me dijo si quería seguir yo al frente de la Mingona. Después de varios años haciendo vino para mi mismo, sabedor de la importancia que para el tenía que alguien se hiciera cargo, y conociendo el potencial que tenía este pequeño trozo de tierra; fue para mi un orgullo y un reto coger el timón.
Era mi ocasión perfecta para ser viticultor, un pequeño viticultor.
Desde aquí darle las gracias a el y a su esposa por dejarme cumplir mi sueño. También por seu apoyo moral y laboral, igual que mi mujer y mi hijo. Deste modo "A Mingona" continúa...
Un homenaje a Antonio do Nicho.
Antonio do Nicho en la Habana con su esposa.
Con dos bisnetos en San Fiz (Chantada, Lugo)
A "Mingona" su bodega